Por Joaquín Peña Arana
A mitad de película estaba desesperado y bostece y bostece, con cara de a qué hora pasan a lo que sigue. La presentación del protagonista me pareció tan ñoña: la típica historia del triunfador que se enfrenta al mundo y sale avante. Y en la escena de la corte marcial, la toma que se va cerrando en un lento zoom in mientras el soldado Doss ofrece su gran discurso de motivos. Ordinario. Qué me dicen de la despedida cuando se va el autobús. ¿Qué le pasa a Mel Gibson? Pero, uf, lo que vino después compensa cualquier titubeo de incredulidad.
Sus detractores (en lo
que corresponde a cine. Los que le sobran por sus broncas extra cámara son
aparte) le critican a Gibson su obsesión por la sangre y la violencia. Todavía
no le perdonan su versión gore de la Pasión de Cristo. Quizás hay escenas que
se ven muy hollywoodenses: demasiados cuerpos sacudiéndose por los impactos de
bala o dando giros en el aire en las explosiones. Pero Hasta el Último Hombre
cumple con su propósito de evidenciar lo que es un guerra: crueldad, muerte,
dolor.
Les digo que Gibson me
calló la boca porque, hasta antes de la invasión a Okinawa, la película no me
había prendido más allá de atestiguar las profundas convicciones de Desmond Moss. La cara de Andrew Garfield de chicobienportadoquenosabedela crueldaddelmundo
llega a fastidiar. Lo estremecedor es el rostro de la guerra con todos sus matices.
Y Moss. ¿Existe gente así de entregada? Y me refiero no sólo a sus convicciones
religiosas sino a la disposición al sacrificio. Pero resulta que Desmond Moss sí existió. Sé que para algunos eso de
mostrar material de archivo al final les suena a faltos de imaginación pero para
mí, en el caso de la película que nos ocupa, es como revitalizar algo de lo perdida
que tengo la fe en una parte de los otros.
¿Las actuaciones? Ah,
sí. Ese es el gran acierto desde el principio. No hay quien desmerezca. A Hugo
Wearing como que le hacía falta un papel así para quienes lo seguimos viendo con
cara del agente de Matrix, Enrold de El Señor de los Anillos o el de Vendetta.
A Vince Vaughn le hace bien tener este tipo de roles. Me dio gusto ver a Rachel Griffiths, la veía
en Brothers and Sisters y me encanta su papelito en La Boda de mi Mejor Amigo.
No sé, como que me llaman el tipo de mujeres delgadas, blancas, ojos chiquitos,
nariz larga. Qué se le va a hacer.
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